viernes, 18 de septiembre de 2015

Discurso de un goliardo en la boda de su hermano

Por fin te casas hermano coñón, gandul, holgazán desaseado...

(Azoramiento fingido) Uy, perdón, esta parte está tachada, creo que no tenía que haberla leído. El discurso oficial debe ser el que aquí empieza:

Queridos familiares, amigos y otros.

Al valorar la conveniencia de leer este sermón en la Iglesia encontré ventajas, como demostrar qué gran cura se perdió el mundo por culpa del celibato. O el poder darlo impreso junto a los evangelios, todo un honor, para que, con los subtítulos, se pueda entender lo que no vocalice.

Sin embargo, me dije que estaría muy feo pronunciar en la casa del Señor las palabras malsonantes que probablemente aparecerían, como por ejemplo “cojón”, para decir que un día lo pasamos de cojón o que mi hermano tiene cada cojón más grande que los dos del caballo de esparteros juntos.

También quería evitar el uso de blasfemias y citar la hostia no en el contexto de la comunión, sino para decir que un día mi hermano se puso pesado y tuve que calzarle dos hostias o que otro día se enganchó una borrachera de la hostia...

Aprovecho para decir que este discurso no es para todos los públicos, si había algún niño en la sala, debería haberse marchado.

Mi disertación se centrará en mi hermano. No porque Julieta no merezca unos cuantos de mis insultos, que sin duda los merece, sino porque he aguantado a Romeo durante muchos años y el resquemor es más grande.

Es más, ahora le aguanta ella y yo me libro un poco. Más de doce años lleva con él, quién le iba a decir que iba a ser tan larga... la resaca de aquella nochevieja.

Pero vayamos al pasado. Mi hermano fue un niño muy tocapelotas. Se podía tirar el día colgado encima de ti como un mono para que le hicieras caso, tenía cierta predisposición a chivarse de mi casi siempre irreprochable comportamiento y, además, se tiraba pedos como un gañán.

(Como improvisando) Empiezo a arrepentirme de no haber leído esto en la iglesia. Como John Cleese, de los Monty Python, fue el primero en decir “fuck” en un funeral televisado, yo podría haber sido el primero en decir “cojón” en una iglesia de Soria.

En fin... En su infame infancia, además de molestar, chivarse y pederse, mi hermano era aficionado a dar mordiscos, primero a mí, hasta hacer herida, luego a sus amigos y, más tarde, a las chicas. Algo estaba cambiando.

Contra todo pronóstico, el muchacho empezó a reformarse. Supongo que mi virtuoso ejemplo y, sobre todo, las palizas que le di, sirvieron para algo.

Y es que, hay que reconocer que, aunque siga siendo un tanto friki, tras muchos años, botellas de wild turkey y lecturas de Bukowski, se ha convertido en un degenerado de provecho. Entre otras hazañas, se sacó la carrera con premio extraordinario, consiguió trabajo fuera del circo, subió los cinco puntos del Machu Picchu en un solo día y, lo más sobresaliente: es capaz de beber más cerveza que un lanzador de peso búlgaro y de quedarse dormido de pie en los bares  - a veces, después de haber dicho el abecedario en un eructo.

Tampoco hay que quitarle mérito al hecho de que conquistase a una mujer como Julieta, que aunque no sea muy de fiar porque bebe ron - sí, los que bebéis ron no sois de fiar y los que bebéis bitter kas, tampoco - al fin y al cabo tiene las facultades mentales más o menos en orden y, en líneas generales, es aceptable para un Chewbacca como mi hermano.

Más de doce años llevan juntos... quién lo iba a pensar. Y más de cinco viviendo bajo el mismo techo, eso sí... en camas separadas.

Todos los que estáis aquí conocéis a Julieta y a Romeo, creo que me estoy extendiendo demasiado - podría decir incluso que me estoy extendiendo un cojón - con el relato de sus vidas y milagros. No seguiré, quien quiera saber más, que se compre sus memorias.

Y, precisamente porque les conocéis, me puedo saltar la parte empalagosa en la que digo que son maravillosos, que hacen una pareja ideal y todas esas mariconadas.

También evitaré otros tópicos, como ese que dice que no pierdo a un hermano sino que gano a una hermana o que si tomas una cucharada de aceite antes de las copas no tendrás resaca: son una mierda.

Así que creo que sólo me queda desearles lo mejor, transmitirles mi profundo afecto, y rogarles que me liberen pronto de la presión a la que estoy sometido como primogénito: la de inundar el mundo de churumbeles.

(Hacia los novios, saco unos DVDs del bolsillo) Para ello, os he traído unas películas didácticas: Debajo del abeto te la meto 3, Iba al trabajo y me comieron lo de abajo 6, etcétera, porque supongo que después de más de doce años de castidad andaréis un poco perdidos en esos temas.

Ahora en serio, y disculpad mis bromas. Sinceramente os deseo... que os vaya de cojón.

Salud