martes, 26 de julio de 2011

Las siete hermanas

El Sr. Iósif Stalin mandó construir en Moscú ocho rascacielos para conmemorar los VIII siglos de existencia de la urbe. Finalmente se erigieron siete, que son conocidos como las siete hermanas. Son unos edificios bastante curiosos, encajarían perfectamente en Gotham City con su aire gótico y sombrío, siniestro durante la noche. En su tiempo estuvieron entre los más altos de Europa y siguen siendo unas moles imponentes que se ven desde bastantes puntos de la caótica metrópolis. Para algunos serán una aberración, pero también son singulares y valdrían para ambientar un buen relato.

El otro día poníamos unas fotos de la Universidad Estatal de Moscú, quizá el más conocido de estos rascacielos. Desde aquella perspectiva rebuscada parecía una torre de Mordor, las siguientes son unas vistas más habituales.




Este es otro de los edificios, el del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia (casi nada).

Esto es el Kotelnicheskaya Naberezhnaya, contiene residencias de lujo.

Y aquí se ven un par más (uno al fondo), cerca de una de las estaciones de ferrocarril moscovitas, la de Kazán.


viernes, 22 de julio de 2011

Carpe Pulvem o El día que Marmordo no folló por culpa de Cela

Dr. Strangelove: Cometemos en la vida infinidad de errores, los goliardos incluso más que la media de la humanidad dada nuestra querencia por hacer las cosas mal, pero las cagadas del Profesor Marmordo son un espectáculo.

Una buena amiga sostiene que nunca se debe desperdiciar un buen polvo, y que un polvo no echado no se puede recuperar. Marmordo, goliardo soñador y distraído, no ha seguido tal consejo en muchas ocasiones.

Una de las últimas merece mi más sincera reprobación. Era jueves y el profesor se había retirado al Bar, ese templo de la sabidurida, con el objeto de terminar con San Camilo, 1936, de Cela, un libro que se le estaba atragantando.

Fue entonces cuando recibió la llamada que todo hombre desea: una sensual mujer con la que había intercambiado moderadamente fluidos, requería su presencia. Estaba borracha y aquello olía a sexo, a buen sexo incluso.

El inepto goliardo, tras pensárselo unos segundos, decidió que era más importante acabar con el jodido libro de Cela a base de un buen trasiego de alcohol. Intentó convencerse de que le daba pereza ir y de que con aquel rechazo ganaría atractivo para la hermosa dama.

Se acabó el indigesto libro, y la muchacha no le dio otra oportunidad.

Espero que haya aprendido la lección, aunque temo que no sea así dada su contumaz trayectoria. No me hagan hablar de aquella vez en que se podría haber acostado con cuatro mujeres distintas en un mismo día y se conformó con una y con pillarse una borrachera escandalosa y denigrante...

martes, 19 de julio de 2011

Parece Mordor...


... pero no lo es.

Hoy por cambiar vamos a pedir la participación del público. ¿Alguien sabe cuál es el edificio de la foto y dónde está?

Si alguno se aburre se admiten hipótesis improbables e incluso minicuentos que se desarrollen en esta falsa Barad-dûr.


viernes, 8 de julio de 2011

Rebajas

Hoy, dos reflexiones absurdas calenturientas al precio de una:

¿Soy el único que piensa que la ruedecita del centro de los ratones la inventaron las mujeres para que mantengamos el dedo corazón en forma?

El mejor amigo del hombre no es el perro, sino el porno.


martes, 5 de julio de 2011

Canas

Hace un tiempo hablaba sobre la incontinencia verbal de cierta gente a la hora de opinar sobre el aspecto de uno. En concreto decía que me tocaba la fibra que me dijesen que me corte el pelo.

Pues hay algo que, sin ir muy lejos del tema anterior, me violenta todavía más: que me digan que tengo muchas canas para la edad que indica mi DNI por fin renovado (tras dos años). Lo sé, tengo espejo en casa, no hace falta que me lo recuerde cualquier capullo con el que no hay confianza.

Ante esta intrusión personal voy a empezar a responder con borderías. He pensado las que escribo a continuación, se admiten sugerencias.

“Si quisiera me las podría teñir, tú lo tendrías mucho más jodido para reducir tu cabezón a un tamaño estándar"

"Si pensaras tanto como yo también tendrías canas”

“¿Sabes dónde no tengo canas? En los pelos de las pelotas”

“Sí, las canas me salen por estrés al aguantar a gente tan gilipollas como tú”

“Ya te preguntaré qué te parecen mis canas cuando pueda pasar mi mano sudorosa por tu brillante calva”

“No me tiño canas para parecer interesante, me salen solas porque lo soy”

Ellos (él y él) también tienen canas y molan.