jueves, 29 de octubre de 2009

Niebla

Profesor Marmordo: El hilo conductor de esta conocida obra unamuniana es bastante simple. Nos presenta a un joven de provincias apocado pero de buena posición que se enamora de una pianista que le desprecia y que ama a su vez a un tercero, un gandul. Pero Unamuno juega con este trillado argumento convirtiéndolo en una comedia que se burla de los estereotipos que utiliza y que va mucho más allá tanto en el fondo como en la forma.

Innova en la forma hasta el punto de calificar la obra como “nivola” (término que inventa) en vez de como novela. La mayor parte del libro está escrito en forma de diálogo e incluso, como él mismo explica desde la boca de uno de sus personajes, convierte la mayor parte de la narración en monólogos, como los del protagonista al hablar con su perro-confidente. Con este método, el autor trata de hacer la obra lo más cercana posible al lector, y llega a afirmar que es un trozo de vida.

Respecto al fondo, mientras desarrolla la farsa conductora, el autor expone las ideas filosóficas que pueblan la mayor parte de su obra, tanto de ficción como ensayística. Lo más destacable probablemente sea su concepción de la vida como sueño y como teatro (con huellas calderonianas), y su angustia ante la muerte, tema que nos deja algunas frases memorables y el conocido pasaje donde el protagonista habla con el propio autor. En esta escena de tinte existencialista maneja hábilmente distintos niveles de “realidad”, difuminando sus fronteras en esa niebla tan presente en toda la "nivola".

Sin llegar tan lejos como irían unos años más tarde Joyce y Proust (entre otros) en la renovación del género novelístico, Unamuno consigue escribir un libro de sumo interés y que se lee además sin grandes dificultades a pesar de la abundancia de temática filosófica gracias a su estilo directo y a su tono cómico.

jueves, 22 de octubre de 2009

Particularidades de la conducción en Canadá

Matt de Bar: las comento por si alguien tiene que enfrentarse al mismo reto que nosotros.

- En los cruces, los semáforos no están antes del mismo, sino después. Esto hay que aprendérselo rápido o, de lo contrario, acabas con un auto empotrado en el lateral del tuyo en 0,2.

- Las carreteras pueden estar en muy buen estado o en muy mal estado, no hay termino medio. Es porque cada invierno se joden por el hielo y las tienen que arreglar.

- Por lo anterior, están continuamente con obras, puedes tener que pararte 15 veces en 100 km.

- Los límites de velocidad se ponen según les apetece. En autovía no puedes ir a más de 100 km/h, mientras que hay carreteras en las que puedes ir a 90 km/h en teoría, pero cuando ves el cartel y vas a 70 km/h pensando que te estás jugando la vida sin motivo te descojonas.

- La gente apenas pisa el acelerador. En 2.400 km sólo nos adelantaron una vez.

- Los camiones corren más que los coches.

- Las mujeres corren más que los hombres.

- No les gustan los puertos de montaña. Si hay montaña se pone la carretera con una pendiente del 30% y a correr (si vas con un coche de alquiler sin pitera la has jodido).

- No hay señales verticales de adelantamiento, sólo horizontales. Como te despistes puedes no ver ninguna en kilómetros y kilómetros y tener que seguir viendo el culo del de delante durante horas.

- Hay señales verticales de peligro de osos, castores o arces. Molan, pero son menos espectaculares que los anuncios de Osborne.

jueves, 15 de octubre de 2009

Hunter en las fiestas del Pilar

Nuestro más intrépido reportero nos envía el siguiente documento:

“Después de dos días de desenfrenado jolgorio no tenía el cuerpo para muchos alardes, pero eran las fiestas de la ciudad y desde que estoy infiltrado en el tenebroso mundo de los negocios mi necesidad de evasión vía alcohol y drogas es aún más acusada de lo normal. No pierdo oportunidad ninguna de olvidarme de la mierda en la que me metí por culpa de los goliardos castigando mi cerebro y mi hígado. Quizá un día cuente cómo llegué a tan estúpido compromiso con estos abyectos vividores.

El caso es que después de dos días de borrachera, conciertos, sustancias ilegales, masificación y pérdida de la identidad pensaba que el tercer día no me iba a ofrecer algo muy diferente, pero terminó siendo el más extraño de todos.

Quedé relativamente temprano (si consideramos que me había levantado a las seis de la tarde) con Mr. C., goliardo elegante donde los haya (y más bien pacífico si lo comparamos con el resto de canallas) para tomar un vino en el Hanna Fritz. Allí recordamos que las cosas durante el Pilar no son lo que parecen o lo que suelen ser. Este garito que tira más bien a pijo nos recibió con un olor a pies desmedido y fuera de lugar. No tardamos en darnos cuenta de que el ambiente en general era extraño: había peñistas, un montón de carritos de niño, gente muy mayor y gente muy joven y, lo realmente malo, un tipo en la barra que sustituye a la bellísima camarera habitual y que nos sirve un vino de batalla que tampoco tiene nada que ver con los que ofrecen en otras ocasiones. Salvo esto último lo demás no nos importó gran cosa, somos gente selecta pero también todoterreno y disfrutamos de cualquier ambiente atípico.

Nos marchamos después en dirección a una obra de teatro en la calle y nos topamos con una mujer a la que le está dando un ataque epiléptico. Su hija estaba reaccionando de forma histérica y la gente comenzaba a formar un corrillo para ver el espectáculo. Nos aseguramos de que todo estuviera bajo control y huimos de tan morboso ambiente para ir a por un programa de fiestas a la oficina de turismo. Estaba cerrada. Eran las 20:57 y, sobre el papel, abría hasta las 21, pero tras una larga experiencia en este tipo de cuestiones sé que luchar contra ellas es inútil.

La obra de teatro no consiguió atraparnos, era demasiado seria para el ambiente distendido de la plaza (gente de farra, botellón, niños corriendo y jugando de lado a lado) y para nuestra capacidad de concentración, así que nos arrastramos entre las hordas de gente hasta la carpa del ternasco de Aragón, donde tocaba una orquesta horterica y donde habíamos quedado con Mr. L. y Miss. E. para cenar. Nuestra intención era comer un bocadillo cuando nos avisaron de que iban a tardar más de media hora en servirlo. Para sorpresa de los presentes, Mr. L., uno de los mayores culosinquietos del mundo, compró una botella de vino con la que hacer tiempo y soportar la espera. Durante la misma llegó Miss. I. con una dosis providencial de nicotina y me enamoré y desenamoré de una muchacha con cara de malvada y un novio que apareció justo a tiempo de reventar mis ilusiones. Mr. C. estaba mientras triunfando con unas maduritas, pero sus escrúpulos y el recuerdo de su novia le impedirían seguir adelante hasta conseguir que introdujeran un billete de 500€ en su pernera.

Entre el primer y último bocadillo que nos sirvieron pasó más de una hora, de forma que para cuando el último hubo terminado su cena, el primero ya había hecho la digestión y estaba por pedirse otro bocadillo, pero abortamos este plan que podía haber desencadenado una espiral casi infinita y fuimos a tomar copa y puro a un bar cercano. Seguimos luego a unas mujeres sin mucho éxito para terminal en el Sol, donde habíamos quedado con dos goliardos más: Mr. G. y Ze Tubarao. Este último llegó de la fiesta de la cerveza, como era de prever, con una toña de proporciones épicas que iba a alterar el equilibrio en que vivíamos. A partir de este momento los recuerdos se difuminan dificultando como tantas veces el establecimiento de una frontera entre la realidad y la ficción.

Llegamos al casco viejo y estaba lleno de gente, pero no tanto como en el principio de los tiempos (de los goliardos), cuando uno no decidía a dónde ir sino que la marea le arrastraba hasta el bar que le conviniera. Pasamos por la Pianola, garito pequeño donde suelen poner buena música y donde adoptamos a un sevillano despistado, para luego ir al Corto Maltés, ignorantes de la tormenta que se estaba preparando.

Me separé un momento de los goliardos para ver a unos amigos del mundo de las artes que estaban en el Moog, reserva roquera del casco frente a la creciente invasión de bisbales y ritmos apestosos supuestamente latinos. Mientras le pido una cerveza a la camarera, una suerte de Pilar Rubio del metal muy atractiva, llega Mr. G., a quien seguiría poco después Miss I. junto al resto de goliardos. La tormenta de la que hablábamos fue una violenta discusión de pareja que superó con creces las de los míticos Pimpinela y que se saldó con la huída de los implicados ante la mirada atónita de la embriagada fauna del casco.

Los goliardos supervivientes sentimos mucho lo ocurrido y tuvimos que seguir entregándonos a la dipsomanía (muy a nuestro pesar). En el largo periodo de confusión etílica subsiguiente hubo abandonos, pérdidas, reencuentros, etcétera, y seguro que más cosas que no recuerdo. Por entonces tuve el valor de entrar en La Recogida, donde el riesgo de encontrarme con una antigua novia que rondaba la ciudad era altísimo. Me libré, pero luego, en La Casa Magnética se cruzó en el camino otro personaje capaz de revolver mis perjudicadas neuronas y entrañas y comprendí que era el momento de escapar.

Lady E. se ofreció muy amablemente a echar la última en la calle la Paz tras el siempre penoso camino de vuelta desde el casco en los días de borrachera. Entramos en el Candy Warhol, que seguía abierto a pesar de lo avanzado de la hora y bebimos conversando bajo los jirones de humo, algo sentimentales, quizá embaucados por una música que invitaba a la melancolía o por una resaca prematura.

Cerraron el bar y nos despedimos. Era tarde, había sido una noche larga y repleta de extraños acontecimientos que se arremolinaban en los ebrios pantanos de mi memoria. Debía ir a casa, estaba acabado. Entonces me encontré con el amigo de una amiga que me animó a llamarla. No respondió, pero vi que el Belmondo estaba abierto y creí oportuno entrar a pedirle disculpas a la camarera por mi comportamiento del viernes previo. Lo hice y me disponía a irme definitivamente por no encontrar a nadie conocido cuando sentí sobre mis vidriados ojos la mirada de una hermosa y alcoholizada fémina. Tras unos segundos de estupefacción reaccioné:

- No me mires así que no soy de piedra – le dije junto a su cuello.
Ella se rió y me siguió mirando con sus ojos ebrios de deseo y de alcohol. Añadí:
- Y... ¿además de una mirada tan turbadora tienes nombre?
- Sí, M****.
- Yo soy Hunter.
- Encantada – dos besos de sugerente cercanía.
- Cuéntame, ¿eres belleza local o belleza extranjera?
- Local, gracias.

Volvió a sonreír. Todo iba viento en popa, ya meditaba sobre la conveniencia de pedir más alcohol, pero a veces el destino es cruel y entonces apareció la típica amiga cortarrollos para protegerla de sí misma o de un personaje de confusa procedencia como yo. Traté de recuperar el favor de la aturdida ninfa pero fue en vano, su supuesta amiga aplicó una defensa espartana impenetrable y me tuve que retirar con mi borrachera a otra parte, a mi cama concretamente, donde me esperaban mis fieles y queridas sábanas junto al olor de la derrota. Y mi cama me cobijó amablemente hasta que me levanté borracho horas más tarde, dispuesto a ir otra vez de farra."


miércoles, 7 de octubre de 2009

Los viajes de Gulliver

Profesor Marmordo: puede que alguien crea que Los viajes de Gulliver es un libro infantil o juvenil porque, como tantas otras, es una obra mucho más conocida que leída y la evolución del personaje en el imaginario popular lo ha llevado a tales derroteros.

Sin embargo, Los viajes de Gulliver es una sátira con un contenido mayoritariamente filosófico, político y moral. Al mismo tiempo que critica y parodia los libros de viajes que proliferaban en su época (como Cervantes había hecho con los libros de caballerías en el Quijote), Jonathan Swift realiza un profundo análisis de la condición humana y de la situación política y religiosa de su tiempo.

La obra se divide en cuatro partes o viajes. El primero, a Liliput, es el más conocido y lo utiliza para mostrar una visión “desde arriba” en la que se aprecian la corrupción y la decadencia de la moralidad y de los sistemas políticos y religiosos que crea el hombre.

En el segundo, a Brobdingnag, adopta una perspectiva “desde abajo”, pues allí los habitantes y todo lo que le rodea tiene unas proporciones 12 veces superiores a las normales, lo que acentúa otro tipo de defectos, sobre todo físicos, y sirve de contrapunto a la visión liliputiense.

En el tercero visita Laputa, Balnibarbi, Luggnagg, Gubbdubdrib y Japón. Laputa es una isla que gravita sobre Balnibarbi, un continente al que somete, y cuyos habitantes están siempre concentrados en sí mismos y en una pseudociencia que es severamente criticada. En Gubbdubdrib, habitada por magos, habla con personajes históricos para poner en evidencia algunas interpretaciones de la historia, y en Luggnagg, donde nacen algunos individuos que no mueren, parodia las ansias de inmortalidad.

En su último viaje visita el país de los Houyhnhnms. Aquí la crítica se recrudece: el hombre es un animal irracional llamado yahoo en el que ya se aprecian muchos de los vicios y defectos que tiene (de forma acentuada) siendo un animal racional en las sociedades europeas. En este país, quien goza de racionalidad (y utiliza a los yahoos como animales de carga) son los caballos Houyhnhnms, de una engañosa perfección basada en una tendencia innata a la virtud y en una aséptica ausencia de pasiones.

Swift expone con una imaginación y una agudeza de pensamiento muy poco comunes y satirizando con gran ingenio, su concepción pesimista y misantrópica del hombre y de la sociedad, de forma que la lectura de esta obra es por completo recomendable, sobre todo para quienes estén interesados en los temas expuestos. No obstante, advertiré que es un libro de gran complejidad y que requiere acudir continuamente a las acotaciones para esclarecer ciertos pasajes y comprender los distintos niveles de interpretación posibles, sobre todo en las alusiones más directas a acontecimientos de la época y el entorno del escritor.

sábado, 3 de octubre de 2009

Traveller condoms

También conocidos en nuestro idioma como condones viajeros, todo un clásico.

Éstos en concreto tienen a sus espaldas unos 40.000 kilómetros. Ante tan extraordinario bagaje me estoy planteando venderlos en el ebay.