Tras una cena abundante, suculenta e inesperadamente gratuita, Ze Tubarao y Lobo de Bar se han refugiado en La casa magnética. Lo que se pretendía que fuera una cena multitudinaria con jarana posterior se ha vuelto a reducir por diversas circunstancias a un mano a mano.
El primer cubata de la noche después de haber castigado hígado y estómago durante prácticamente toda la semana es una prueba importante. Se están enfrentando a ella cuando entran en el citado bar dos jovenzuelas que no parecen tener la edad legal de frecuentar tugurios de libertinaje. Los goliardos, siguen a lo suyo.
Ze Tubarao: Creo que debería tomarme en serio la lesión de mi pie y empezar ya con el reposo, aunque sea con dos meses de retraso.
Lobo de Bar: Sí, puede que ya sea hora.
Ze Tubarao: Sólo espero no quedarme cojo de por vida.
Lobo de Bar: Hombre, si no es una cojera muy acusada puede quedarte bien. Te compras un loro que colocar sobre tu hombro y el efecto puede ser magnífico.
Ze Tubarao: No sé yo...
En estas peregrinas discusiones están inmersos los goliardos cuando las jovenzuelas, después de haber recorrido todo el bar, se colocan junto a ellos y piden una cerveza. Ze Tubarao y Lobo de Bar se miran, extrañados.
Lobo de Bar: ¿Tú crees que tienen más de 18?
Ze Tubarao: Ni de coña.
Medio minuto más tarde. Una de las dos muchachas se dirige a Ze Tubarao para preguntarle su edad. Afirma que tiene una sudadera igual que la suya y que le ha llamado la atención tal circunstancia. Suena a pufo. O la muchacha miente o Ze Tubarao tiene el mismo gusto para vestir con una niña rubia y un poco rellenita que, según diría después, estudia derecho y le gusta el surf.
Tras tan extraña aproximación (puede que incluso peor que las que utiliza ese torpe intento de seductor conocido como Lobo de Bar), la joven vuelve junto a su presunta amiga y, tras comentar la jugada, las dos se acercan a los sorprendidos goliardos para iniciar una conversación bastante surrealista. Las muchachas sostienen que tienen 19 años y hablan de la universidad, de cómo han pasado el verano y de otras futilidades más o menos creíbles. Los goliardos, correctos pero también algo desubicados, tratan de dar algo de interés a una charla que en ningún momento ha llegado a tener sentido.
Mentalmente, sopesan la situación. Lo cierto es que una es muy mona, si bien sus modales son los de un proyecto de poligonera. La otra no ofrece demasiado interés y tira más bien hacia el “bat factor”. ¿Se tendrán que pelear entres ellos por la guapa? y, antes de eso y mucho más importante, ¿realmente se ven capaces de tener algún tipo de contacto lúbrico con ella sin sentir que están llevando su depravación demasiado lejos?
Mientras se plantean estas preguntas, todavía muy escépticos, las nínfulas se hacen una foto con ellos para terminar marchándose repentinamente.
Ze Tubarao y Lobo de Bar se echan a reír con ganas, en su larga trayectoria como noctívagos nunca se habían visto abordados de aquella forma por alguien tan joven. Superada la hilaridad inicial, se cuestionan qué ha ocurrido allí (se puede votar a la izquierda):
1. Que las muchachas eran de la policía secreta infantil y han tratado de liarles para meterles en el trullo por pederastas.
2. Que formaban parte de esa nueva generación que pasa en dos días de jugar con la barbie a jugar con el dildo.
3. Que las zagalas habían apostado con sus amigas quién conseguía hacerse más fotos con tíos feos en una noche.
4. Que, realmente, tuviesen la edad que decían y que el sex appeal canalla de los goliardos las hubiera cautivado.
5. Que estuvieran entrenando para cuando encontrasen un tipo que les gustara de verdad, siguiendo una recomendación de la superpop.
6. Ninguna de las anteriores.