sábado, 9 de mayo de 2009

Métodos de ligoteo (I)

El Lobo de bar compartiría gustoso sus aventuras de ayer, viernes, pero desgraciadamente se ha levantado en un estado deleznable (y lamentando profundamente no tener cerveza en la nevera) y aún no ha recuperado los recuerdos de sus actos, quizá nunca lo haga, y quizá sea un método de protección para sí mismo después de que, en los últimos cuatro días de jarana, haya tenido que ser adoptado por siete grupos distintos de amigos y conocidos para salir hasta bien entrado el día. Le dejamos comiendo fresas con zumo de naranja y escuchando Jefferson Airplane y le deseamos una pronta recuperación, que es sábado.

Yo, el Dr. Strangelove, tomo la palabra para hacer unos comentarios sobre el interesantísimo tema del título. Con total seguridad se irán ampliando con el tiempo, pues es un asunto de tal amplitud que da para escribir una colección de libros comparable a la Historia de España de Menéndez Pidal.

1. Niego categóricamente haber recomendado nunca a nadie ponerse gayumbos usados para salir de marcha con el objeto de emitir una mayor cantidad de feromonas y atraer a las mujeres. Aun admitiendo el poder de estas sustancias químicas que, por ejemplo, hacen que la mariposa Saturnia Pyri o Gran Pavón (nada que ver con el jugador de fútebol) macho huela a la hembra a 20 km de distancia, no está demostrado que ponerse calzoncillos sudorosos sea útil en absoluto para los objetivos expuestos, más allá del efecto placebo que pueda tener sobre su portador.

2. La ebriedad puede ayudar a algunos individuos tímidos a acercarse a su objetivo, pero para goliardos como nosotros que no sabemos alcanzar el grado óptimo de borrachera más que por pura casualidad, conociendo además nuestra enigmática verborrea, es más recomendable permanecer serenos. Como no somos capaces, mejor que abordar a las féminas con balbuceos, incongruencias y un indisimulable aroma alcohólico es llegar hasta casi el desvanecimiento para que sean ellas las que se aprovechen de nosotros. (Interrumpo para hacer una aclaración, soy Lobo de bar. Dejo un momento las fresas para decir que el Dr. Strangelove disfruta, a pesar de su edad avanzada, de una presencia realmente llamativa y de una enorme protuberancia en los pantalones que lo hacen sumamente atractivo para el otro sexo e incluso para el suyo propio. Creo que su consejo no es extensible para el resto de los mortales, no intenten hacerlo en sus casas).

3. Si crees distinguir en una bella mujer a una persona que en realidad no conoces más que por medios informáticos y te armas de valor para acercarte a ella y preguntárselo, llega hasta el final. Si te dice que no, no respondas con azoramiento y un "perdona" antes de huir. Sigue siendo hermosa, así que aprovecha el haberte acercado hasta ella para preguntarle su nombre e intentar conocerla. Puede que piense que ha sido una maniobra rastrera por tu parte, pero no peor que el abordarla con los tópicos "¿vienes mucho por aquí?", "¿tienes novio?", etcétera y, sobre todo, no va a pensar que seas más capullo que si dices "perdona" y te vas.

4. Estáte atento a las señales y, pese a lo complicadas que son las mujeres, piensa primero en lo obvio. Si rechazan tus caricias lo más probable no es que se estén haciendo de rogar sino que no quieran nada contigo. Si te ocurre esto, no insistas, pídete otra copa y rézale a San Bukowski.

5. Si por las circunstancias que sea terminas la noche con chicas de la edad de tu hermano pequeño, compórtate como una persona normal y no como lo que eres, se pueden asustar.

Seguiremos otro día. Se despide el
Dr. Strangelove

2 comentarios:

Sr. Chinaski dijo...

Para empezar quiero comentar que leyendo este post, iba imaginando a Gollum bueno y a gollum malo (Lobo de Bar y Dr. Strangelove, no sabría decir quién es quién) en pleno debate monologista.

Después debo comentar que creo que, alguno de los dos, me tiene que comentar algo sobre el punto 5.

Coco a la Espera

Lobo de Bar dijo...

Aclarado el punto 5 sólo tengo que decir que no hay Gollum bueno y malo, Lobo de Bar y el Dr. Strangelove son los dos malos, pero entrañables a la par.